Seguidores

jueves, 15 de abril de 2021



 "Me gusta que besen con el atrevimiento de no saber si es lo correcto.

Me gustan, me vuelven loca, los besos en la frente.
Pero aún me gustan más los que se dan con los ojos, sin rozar los labios.
Los besos robados, tímidos y pícaros.
Me encanta callar a besos. Y que me callen.
Los besos de buenas noches... O noches de buenos besos...
Los besos que te hacen olvidar todo.
Los que mandamos por whatsapp que nunca damos.
Los besitos de las mamás en las heridas de los niños... Mamá, aquí, tengo pupa...
El beso más difícil, el que sabes que será el último.
Comerte a besos.
Los que rozan los labios.
Los apasionados que mueven los 34 músculos de tu cara.
Los que te muerden el labio.
Los besos en el cuello.
Un beso francés.
Los besos por vicio.
Los escondidos en una sala de cine, a oscuras.
Los que sirven como explicaciones. Los inesperados.
Los exploradores, recorriendo cuerpos.
Los que das a una vieja foto.
Los que paran el tiempo.
Los salvajes.
Los dulces e inocentes.
Los de los esquimales, frotándose la nariz y sonriendo.
El de después de hacer el amor.
También los de la mejilla. Bajo el muérdago.
Los que se dan a los sapos, buscando el príncipe azul.
Los que se dan bajo la lluvia, empapados.
Los que mandamos al cielo.
Los que preceden a un "sí, quiero".
Los que se dan en el alma, sin saberlo.
Los que doy de puntillas.
Los que despiertan a princesas.
Los lentos.
Beso, verdad o atrevimiento!
Los que se dan en estaciones, en aeropuertos.
Los que damos después de las campanadas de fin de año.
Los tuyos.
Hoy sólo tienes dos opciones: O te beso, o me besas”.
Texto: Alicia a través del espejo.
Fotografía: Megan Yanz.

miércoles, 14 de abril de 2021

Solo es un viaje corto, disfrútalo...


Las manos del abuelo
El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “Sí, estoy bien, gracias por preguntar”, dijo en una fuerte y clara voz.
“No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué.
“¿Te has mirado jamás tus manos?” preguntó. “Quiero decir, ¿realmente mirarte las manos?” Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:
“Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas.
Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi recién nacido hijo.
Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo.
Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.
Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las suyas cuando me lleve a casa”.
(Autor desconocido)
Trazos en el corazón



"Historia del delantal de la abuela"


El primer propósito del delantal de la abuela era proteger la ropa debajo, pero, además ... sirvió como un guante para quitar la sartén del horno. Fue maravilloso secar las lágrimas de los niños y, en ocasiones, limpiar las caras sucias. Desde el gallinero, el delantal se usó para transportar los huevos y, a veces, los polluelos. Cuando llegaron los visitantes, el delantal sirvió para proteger a los niños tímidos. Cuando hacía frío Su abuela se abrazó. Este viejo delantal era un fuelle, agitado sobre un fuego de leña. Fue él quien llevó las papas y la madera seca a la cocina. Desde el jardín, sirvió como una cesta para muchas verduras después de que se cosecharon los guisantes, fue el turno de las coles. Y al final de la temporada, se usaba para recolectar manzanas caídas. Cuando los visitantes llegaron inesperadamente, fue sorprendente ver qué tan rápido este viejo delantal podía dejar el polvo. Cuando llegó el momento de servir las comidas, la abuela fue a la escalera a sacudir su delantal y los hombres en el campo supieron de inmediato que tenían que ir a la mesa. La abuela también lo usó para poner la tarta de manzana justo fuera del horno en el alféizar de la ventana para que se enfriara. Pasarán muchos años antes de que algún invento u objeto pueda reemplazar este viejo delantal ... En memoria de nuestras abuelas.

Ángeles Fuentes

Abrazos...


Quiero un abrazo de esos en donde no entra ni el miedo, ni el invierno; un abrazo de esos en donde no hay lugar para nada, pero al mismo tiempo sobra todo. Quiero un abrazo de esos que va desde el alma a los brazos, que sin querer acomoda todos los pedazos.


Nicolás Andreoli
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Entradas populares

Vistas de página en total